Desde que comencé a vocalizarle mis sentimientos y situaciones personales a la gente, me he topado con un inmenso problema. Además del hecho de que todo el mundo se entera de lo que está ocurriendo en mi vida, muchos piensan que sé manejar mis emociones y mis sentimientos. Y creo que contar mis problemas, es como terapia; nadie me dice qué hacer, rara vez opinan, pero tengo la oportunidad de no quedarme con las cosas por dentro mientras me comen la conciencia.
Siempre he sido una mujer increíblemente segura de mi misma. Creo que es de las cualidades que más me hace resaltar. Es por esto que cuando le digo a la gente, que padezco de una ansiedad que me desintegra, y debilita, se les hace muy difícil creerlo.
Mi cabeza corre a cien mil millas por hora, y cuando estoy dedicando esa velocidad a mis proyectos, o trabajos de la universidad ¡bah! un éxito. Pero me he dado cuenta que aquellas personas, que como yo, se hablan solas, lo investigan todo, y le buscan las cinco patas al gato, tienden a hacerse mas daño estando solas con sus pensamientos que jugando a la ruleta rusa.
La ansiedad trabaja de una manera muy maquiavélica, porque busca dentro del archivo de pensamientos irracionales, para hacerte una película de horror, con situaciones que aun no han ocurrido, y a lo mejor no piensan ocurrir nunca. Se te hace una nube en la cabeza, y es muy difícil navegar al destino correcto cuando está nublado. Hay veces que no hay meditación, ni respiraciones, ni palabras bonitas que te quiten la sensación cafeínada de que todo a tu alrededor se te está cayendo en cantos y tienes las manos llenas.
Pero entonces llega un rayito de luz dentro de la tormenta emocional que te hiciste en la cabeza: una copita de vino. Mentira, es simplemente ponerle pausa al peliculón que estamos dirigiendo en la cabeza y ver lo que está en blanco y negro. Lo tangible, lo que ya ocurrió, lo que vimos, lo que escuchamos – no lo que pudiese pasar, ni lo que hubiese pasado. El tiempo que pasamos pensando en lo impensable, es tiempo que podemos pasar atendiendo el asunto de maneras saludables; hablando de lo que nos pasa, vocalizando lo que necesitamos, hasta darnos cuenta de que nuestra “movie”, tiene el peor rating del mundo y ya la quitaron de la cartelera.