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Mi nombre, es Lola.

· Si los nombres nos representan, yo me presto a escoger el mío. ·

Date
Nov, 17, 2018

Tengo una confesión, bueno otra de mis confesiones; ya que ustedes se enteran de todo en mi vida… excepto de mis crímenes y asesinatos poéticos que surgen de mi inmaculada creatividad. Esos se los comparto cuando cumpla la mayoría de edad, y ya no puedan juzgar mi prosa. Otra cosa que es de surgir en el año 2019, en el mes de enero, es mi cumpleaños número 18. Sólo le pedí una cosa a mis padres, y aunque un poco nerviosa de pedirles esta tan atrevida propuesta, me salieron las palabras de los labios, casi por accidente. “Me quiero cambiar el nombre,” les dije.

¿Cómo va a ser? ¡Pero si tú eres Lola! Aquí es donde te corrijo, fiel leedor de mi vida. Yo no soy Lola. O, mejor dicho, no me llamo Lola. Mi nombre suena a escuela elemental. Suena a la chica que no podía correr, a la que no la dejaban jugar con las otras chicas porque era lenta, gordita, y la maestra de matemáticas le gritaba porque no sabía redondear. Paola Sofía Montilla Serrano, alias Lola. Todos los días le agradezco a mi hermano sus problemas del habla, porque, aunque suene súper cruel, gracias a él me podía agarrar de ese pedacito de Lola. Ese “Lola” comenzó en pañales como un “Palola” cuando a mi hermano se le hacía virtualmente imposible pronunciar los diptongos. 

Me tomó un cambio de escuela en el tan horroroso 5to grado, y cuando preguntaban mi nombre no había quien supiera, que yo era Paola. Recuerdo corregir a mi maestra ese primer día de clases, y cuando se le resbalaba de la lengua ese Paola, hasta me pedía disculpas, como si se hubiera confundido con algún nombre que le retonaba en la mente, “Sorry, Lola.” 

Años después, un equipo etiquetado “Team Lola” se unió para ayudar a esta chica tan débil, y mala de corazón – literalmente. Por un momento en mi vida, todos eran Lola, y todos estaban con Lola. Siempre había algún familiar que se tiraba la clásica y me llamaba por el nombre tan cubierto en polvo que tenía, se lo perdonaba porque al fin y al cabo “ese era mi nombre.” Hay que gente que lo hace por chavar con J, y me dicen Paola porque saben que me molesta, me enrabia, y aunque no lo parece, me duele. No es que no me guste mi nombre, por favor no lo cojan a mal. Es el hecho de que ya yo no conozco a Paola, y la deje ir.  

Lola es una chica fuerte. Lola es todo lo que Paola quería ser. Es esa nena brava que, a pesar de toda la discordia, se convirtió en un símbolo de paz y resiliencia. Lola me ayudo a salir de ese marasmo emocional que me consumía la existencia. Ella fue la que me ayudó a descifrar que hay vida después de tanto horror y penuria. Paola no sabe que gracias a Lola paró de hiperventilar, para poder inhalar. Para poder absorber cada pedazo de vida, tierra, y agua luego de pensar que el infierno se la tragaba. Lola es lo que ocurre cuando uno sobrevive. Lola es lo que ocurrió cuando decidí vivir, a pesar de mi título, a pesar de mi entorno, y a pesar de mi nombre. Y aunque todavía Lola y yo no hemos hecho ese compromiso de ley, somos “fiancées” en un mundo que nos pide, como en el matrimonio, un pedazo de papel para ser validados.

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