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El mejor regalo

Date
Dec, 26, 2018

Como todos los años, religiosamente, me levanto al delicioso aroma del desespero incesante de abrir mis regalos un 25 de diciembre – ah claro, y ver a la familia, y dar gracias a Dios, y comer… todo eso también. Nunca se me va a quitar esa felicidad de bajar la escaleras e inhalar la Navidad y su “peste a pino”, emocionada por lo que pudiera encontrar bajo el árbol de Navidad, que tanto trabajo nos da poner. Ornamento por ornamento, rellenando las ramas que iluminan un cuarto oscuro en  cualquier parte del mundo. La vida se vuelve un poquito más emotiva durante estos momentos de celebración, donde las preocupaciones, aunque sea por 5 minutos, se desaparecen en la sonrisa.  

Tenemos una version de la Navidad muuuy distorsionada. No estoy aquí para darte una clase de religión, ni de valores, ni darte un cargo de conciencia tampoco; eso te lo dejo a tí en tu momento de reflexión durante el desvelo de las 4 de la mañana. La Navidad es familia, felicidad, y alguno que otro regalito bobo que te saque una sonrisa. Este año, más que ningún otro, me di cuenta de eso. 

Era el 24 de diciembre, y había acabado de salir de la ducha, y como acostumbro a hacer, le grito a mi mamá por las escaleras para ver qué me voy a poner de ropa para celebrar Nochebuena. No hubo contestación. Me contesté mi pregunta antes de despegarme del marco de la puerta. Un poco desepcionada, me senté en la mesa del comedor, en una bata y una toalla que hacía efecto de mantecado sobre mi cabeza. El cuerpo pedía pasteles, lechón, y morcilla; pero se nos olvidó que mientras nosotros, indecisos y hambrientos buscábamos un restaurante para “take-out” que se apiadara de que se nos olvidó que todo cierra temprano en Nochebuena, la gente quiere irse a sus fiestas y a sus casas a celebrar también. Así nos sentamos en la mesa nuevamente, y comimos “hamburgers” y tapas. 

Entre las risas, chistes mongos, y una copa de vino, echamos una oración, por aquello de recalcar el propósito de esta época. Se me aguaban los ojos. Ha sido un año muy difícil, para mi, para nosotros, y para ustedes que me leen. Hemos descubierto lo que es el dolor, el echar nuestra vieja vida de menos, y hemos aprendido a ser agradecidos hoy y ahora, más que nunca. Recuerdo apretar mis manos cuando las uní frente a mi cabeza y recostar la frente con  sentimiento de rendición, y a la misma vez superación. Mi vida ha tomado un giro, y me ha estirado, halado, dado y pateado. Pero también me extendió la mano, me dió un empujón y me enseñó que soy suficientemente fuerte para pelear y para seguir luchando por aquellos que amo. El olorcito a pino me abraza esa hermosa mañana del 25 de diciembre tan esperada, esa emoción jovial me levantó de la cama, y levantó mi espíritu que nuevamente me recuerda que los regalos mas bonitos no están envueltos en cinta y papel. 

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